jueves, 19 de noviembre de 2015

El alma de mis cajas y sus dueños


Hablo del alma de las cosas en muchas ocasiones.
Esta vez permitidme os cuente una historia breve de algunas de las cosas que se puede uno encontrar dentro de estas cajas.
Mi mayor respeto para esos recuerdos y quiénes los crearon y guardaron.



Digo siempre que las viejas cajas de Cola cao guardan el alma de sus anteriores dueños.
Pasan de ser un simple almacenamiento a ser el cáliz sagrado del recuerdo...
Esa caja que queda perdida en un rincón bajo montones de cosas en un desván o un sótano. Es rescatada justo por la mano que guía a la mano que la encuentra.
...
No siempre las abres en ese momento. Suelen guardar fotos en blanco y negro, alguna en un borroso color primigenio. trozos de relojes, chupetes, lazos y a veces dolor.
El dolor se esconde detrás de las páginas de los libros y de las cortinas. Tras los visillos, mueve a veces la flor del geranio para hacerse patente. No sabe que no le olvidamos, que el dolor, aunque la vida siga, se queda como un aroma extraño en las canas que produce.
En una caja dorada de chinitos, al abrirla, respiré el dolor...Cerré, que no escapara allí, lo quería atesorar para el momento en que pudiera dejarlo manifestarse  en intimidad.
Telegramas de políticos de turno, telegramas de condolencia de unos empresarios a los que sus hijos esperan en casa, cómodamente, con la mesa puesta con el mantel blanco de la conciencia que no sabe de pérdidas trágicas.
Un recorte de periódico, tu nombre y el de tu compañero. Que cuenten lo que quieran, que escriban lo que gusten. Contigo se mató tu madre, contigo, se murió un poco toda tu familia. Contigo...qué triste sin ti.
No hay olvido aunque la vida siga. Tu foto, tus cosas, las pocas cosas que aún quedan por la casa.
Sentada en un desván, con mi hija pequeña, desempolvo una caja pequeña con tus últimos libros y apuntes. tus dibujos, se los muestro, tu letra tan bonita, todo en orden exacto. Cómo me recuerda esto a tus hermanos...
El nombre de una chica, tu novia, junto al tuyo. El recuerdo entre el amarillear de las páginas.
Lo guardo de nuevo todo, lo cierro con dolor, con pena, con angustia. Mi hija lo deja con cuidado, es la memoria de su tío, ella guarda tu guitarra en su habitación.
Ya en casa, sobre la mesa despliego el contenido de la caja de chinitos.
Leo cada palabra, cada telegrama.
Saco el recorte, no tiene la fecha, no importa, el 7 de febrero no se nos olvida a nadie, tu madre se encargó de sentarte a nuestra mesa. Es más, creo todos te sentimos alguna vez entre nosotros.
El alma de sus anteriores dueños guardan mis cajas. Y como algo sagrado tienen su lugar en mi casa, a mi lado, a nuestro lado.
--Mayo--

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